¿Violencia de género?
¿Qué estamos haciendo individual y colectivamente las mujeres por superar las inequidades de género?” “(…) Secretaria de Equidad de Género afirma (…)”. (El Colombiano, 4a, 24 de noviembre de 2008, columna de la señora Sonia Gómez).
“A ello se suma el fortalecimiento de la justicia de género (…)”. “Los programas de fortalecimiento de la justicia permitirán atender con perspectiva de género las denuncias de las mujeres”. “Es pensar la seguridad desde la perspectiva de género (…)”. “Las violencias de género son la primera causa de mortalidad en el mundo”. (El Colombiano, 8a, 26 de noviembre de 2008, artículo sobre la seguridad de las mujeres).
“Una idea que sirve para la equidad de género”. “La Feria tiene como objetivo ayudar a cumplir los objetivos del milenio, donde el tema de la equidad de género es fundamental”. (El Colombiano, 6a, 27 de noviembre de 2008).
Las anteriores citas nos dan una idea del uso amplio de la palabra género en vez de sexo para referirse a los problemas de inequidad y violencia que afrontan las mujeres. Dicho uso es erróneo. Veamos lo que al respecto escribió Fernando Lázaro Carreter*, “uno de los lingüistas más prestigiosos que han conocido España e Hispanoamérica y quien fue director de la Real Academia Española entre 1991 y 1998”:
“También he procurado enterarme sobre qué hace ahí ese género, y de las averiguaciones resultan probados los siguientes hechos: a) en inglés, el vocablo gender significa, a la vez, ‘género’ y ‘sexo’; sabemos todos que, en las lenguas románicas, estos términos tienen significados muy distintos, gramatical el uno y biológico el otro. Y que, además, no siempre se corresponden: criatura, persona o víctima, voces gramaticalmente femeninas, pueden nombrar indistintamente a un varón o a una mujer; a la inversa, marimacho, palabra de género masculino ordinariamente, se aplica sólo a mujeres; y cocinilla, diminutivo del femenino cocina, sirve para descalificar a un varón ‘que se entromete en cosas, especialmente domésticas, que no son de su incumbencia’, según la Academia; un encanto, vocablo masculino, puede remitir tanto a una dama como a un caballero; (…); b) en el Congreso sobre la Mujer celebrado en Pekín en 1995, los traductores de la ONU dieron a gender el significado de ‘sexo’; así incluían también a los transexuales, que, siendo hombres de cuerpo, se sienten mujeres, o a la inversa: también se ceba la violencia contra sus personas”.
“La solución, inmediatamente aceptada por algunos siervos de la lengua inglesa, satisfará, tal vez, a quienes tienen que vivir en tal contrariedad, y sería aceptable si no hiriera el sentimiento lingüístico castellano (y catalán, portugués, italiano, francés, etc.), donde se diferencian muy bien cosas tan distintas como son el género y el sexo. Hablar de violencia de género parece demasiada sumisión a los dictados de la ONU, autora de tantos desmanes lingüísticos. Por supuesto, y para que conste, creo que esa violencia debe ser duramente perseguida, pero con otro nombre. En realidad, es una violencia de superioridad, sea sexual, física, de poder o de otras clases: también estas violencias debieran ser legalmente perseguidas; igualmente, la Gramática merece un respeto”.
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*Fernando Lázaro Carreter, El nuevo dardo de la palabra, Madrid: Santillana Ediciones Generales: 2005, pp. 138-139.
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Editor de Iatreia